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La Organización Mundial de la Salud (OMS) descartó nuevamente cualquier vínculo entre las vacunas y el autismo, luego de publicar un nuevo análisis elaborado por su Comité Consultivo Mundial para la Seguridad de las Vacunas.

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El director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció este jueves en Ginebra que la evidencia científica sigue siendo contundente: no existe relación de causalidad entre la vacunación y el desarrollo de este trastorno.


El análisis revisó 31 estudios efectuados en diversos países y publicados entre 2010 y 2025, enfocándose en vacunas aplicadas durante la infancia y el embarazo.


La revisión incluyó biológicos que contienen thiomersal —un conservador usado desde hace décadas— y adyuvantes elaborados a base de aluminio.


A pesar de que estos componentes suelen ser objeto de campañas de desinformación, el comité enfatizó que no representan riesgo alguno para el desarrollo neurológico.


“El comité concluyó que las pruebas no muestran ninguna relación entre las vacunas y el autismo, inclusive aquellas que contienen aluminio o thiomersal”, sostuvo Tedros.

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Tedros insistió en que las vacunas continúan siendo una de las herramientas sanitarias más efectivas del planeta.


Recordó que en los últimos 25 años la mortalidad infantil en menores de cinco años cayó de 11 millones a 4.8 millones de muertes anuales y afirmó que la inmunización ha sido el principal factor de esa reducción.


El pronunciamiento de la OMS ocurre en un momento en que la principal agencia sanitaria de Estados Unidos (CDC) ha difundido una teoría que sugiere posibles vínculos entre vacunas y autismo, una postura inesperada que ha generado preocupación en la comunidad científica internacional.


Este cambio estaría impulsado por Robert Kennedy Jr., actual ministro de Salud de la administración de Donald Trump y conocido por su activismo antivacunas.


A pesar de esta nueva postura del CDC, años de investigación independiente en numerosos países han demostrado de manera consistente que no existe relación causal entre las vacunas y el autismo, ni con otros trastornos del desarrollo neurológico.


Las instituciones médicas más relevantes del mundo sostienen esta posición.


La creencia de que la vacuna triple viral (sarampión, paperas y rubéola, o ROR) desencadena autismo se originó en un estudio falsificado publicado en 1998.


El trabajo fue posteriormente retirado, su autor perdió su licencia médica y las conclusiones fueron refutadas repetidamente por investigaciones posteriores, sin que se encontrara evidencia de tal vínculo.


La desinformación


La desinformación sanitaria en Estados Unidos se ha convertido en un fenómeno estructural, alimentado por la polarización política, la influencia de figuras públicas y la fragmentación del ecosistema mediático.


En temas como vacunas, epidemias y ciencia básica, el país ha experimentado una proliferación de narrativas sin sustento que se difunden con rapidez y alcanzan impacto global debido al peso informativo y cultural que ejerce a nivel internacional.


Uno de los principales motores de esta desinformación ha sido la utilización política de temas científicos.


En Estados Unidos, ciertos sectores han convertido el debate sobre vacunación en una herramienta para movilizar bases electorales, erosionar instituciones científicas y disputar el control del discurso público.


Este uso instrumental de la incertidumbre ha dado lugar a teorías que contradicen de forma abierta décadas de evidencia científica acumulada.

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